Saturday, February 20, 2016

UMBERTO ECO

LOS TRES COSMONAUTAS (UMBERTO ECO, Alessandria, Italia, 5 de enero de 1932 - Milán, 19 de febrero de 2016)

Había una vez la Tierra.
Y había una vez Marte.
Estaban muy lejos el uno de la otra, en medio del cielo y alrededor había millones de planetas y de galaxias.
Los hombres que habitaban en la Tierra querían llegar a marte y a los otros planetas: ¡pero estaban tan lejos!
De todos modos, se pusieron a trabajar. Primero lanzaron satélites que giraban dos días alrededor de la Tierra y luego regresaban.
Después lanzaron cohetes que daban vuelta alrededor de la Tierra, pero en vez de regresar, al final huían de la atracción terrestre y partían hacia el espacio infinito.
En principio, en los cohetes pusieron perros: pero lo perros no sabían hablar, y a través de la radio transmitían solo "gua-gua". Y los hombres no podían entender que habían visto ni adónde habían llegado.
Al final encontraron hombres valientes que quisieron ser cosmonautas. El cosmonauta se llamaba así porque partía para explorar el cosmos: es decir, el espacio infinito, con los planetas, las galaxias y todo lo que nos rodea.
Los cosmonautas, al partir, ignoraban si podían regresar.
Querían conquistar las estrellas para que un día todos pudiesen viajar de un planeta a otro, porque la Tierra se había vuelto demasiado estrecha y los hombres crecían de día en día.
Un buen día partieron de la Tierra, desde tres puntos distintos tres cohetes.
En el primero iba un norteamericano, que silbaba muy alegre un motivo de jazz.
En el segundo iba un ruso, que cantaba con voz profunda "Volga-Volga".
En el tercero iba un negro que sonreía feliz, con dientes muy blancos en su cara negra.
En efecto, por aquellos tiempos los habitantes de África, que finalmente eran libres, se habían demostrado tan hábiles como los blancos para construir ciudades, máquina y naturalmente cosmonautas.
Los tres querían llegar primero a Marte para demostrar quién era el más valiente. El norteamericano, en efecto, no quería al ruso y el ruso no quería al norteamericano: y todo porque el norteamericano para decir buen día decía "how do you do" y el ruso decía "ZGPABCTBYUTGE".
Por eso no se comprendían y se creían distintos.
Los dos —además— no querían al negro porque tenía un color distinto.
Por eso no se comprendían.
Como los tres eran muy valientes, llegaron a Marte casi al mismo tiempo.
Llegó la noche. Había en torno de ellos un extraño silencio y la Tierra brillaba en el cielo como si fuera una estrella lejana.
Los cosmonautas se sentían tristes y perdidos y el americano, en la oscuridad, llamó a la mamá.
Dijo: "Mamie..."
Y el ruso dijo: "Mama".
Y el negro dijo: "Mbamba"
Pero enseguida comprendieron que estaban diciendo lo mismo y que tenían los mismos sentimientos. Fue así que se sonrieron, se acercaron, juntos encendieron un buen fueguito, y cada uno cantó canciones de su país. Entonces se armaron de coraje y mientras esperaban el amanecer, aprendieron a conocerse.
Por fin se hizo día: hacía mucho frío. Y de repente de un grupito de árboles salió un marciano. ¡Era realmente horrible verlo! Era todo verde, tenía dos antenas en lugar de las orejas, una trompa y seis brazos.
Lo miró y dijo: ¡GRRRR!.
En su idioma quería decir: "¡Mamita querida! ¿Quiénes son esos seres tan horribles?".
Pero los terrestres no lo comprendían y creyeron que su grito era un ruido de guerra.
Fue así como decidieron matarlo con sus desintegradores atómicos.
Pero de pronto, en medio del enorme frío del amanecer, un pajarito marciano que evidentemente se había escapado del nido, cayó al suelo temblando de frío y de miedo.
Piaba desesperado más o menos como un pájaro terrestre. Daba realmente pena. El norteamericano, el ruso y el negro lo miraron y no pudieron contener una lágrima de compasión.
En ese momento, sucedió algo muy extraño. También el marciano se acercó al pajarito, lo miró y dejó escapar dos hebras de humo de la trompa. Y los terrestres, de golpe, comprendieron que el marciano estaba llorando. A su modo, como lloran los marcianos.
Después vieron que se inclinaba sobre el pajarito y lo alzaba entre sus seis brazos tratando de darle calor.
El negro que en otros tiempos había sido perseguido porque tenía negra la piel y por eso mismo sabía cómo son las cosas, dijo a sus dos amigos terrestres:
            —"¿Se dieron cuenta? Creíamos que este monstruo era distinto de nosotros pero también él ama a los animales, sabe conmoverse. ¡Tiene un corazón y sin duda un cerebro! ¿Creen todavía que hay que matarlo?"
            No era necesario hacerse semejante pregunta.
Los terrestres ya habían aprendido la lección. Que dos personas sean distintas no significa que deben ser enemigas.
Por lo tanto, se acercaron al marciano y le tendieron la mano.
Y él, que tenía seis, les dio la mano a los tres a un mismo tiempo, mientras que con las que quedaban libres hacía gestos de saludo.
Y señalando la Tierra, distante en el cielo, hizo entender que deseaba viajar allá, para conocer a los otros habitantes y estudiar junto con ellos la forma de fundar una gran república espacial en la que todos se amaran y estuvieran de acuerdo.
Los terrestres dijeron que sí entusiasmados.
Y para festejar el acontecimiento le ofrecieron un cigarrillo. El marciano, muy contento, se lo introdujo en la nariz y empezó a fumar. Pero ya los terrestres no se escandalizaban más.
Habían comprendido que tanto en la Tierra como en los otros planetas, cada uno tiene sus propias costumbres, pero que sólo es cuestión de comprenderse los unos a los otros.

UMBERTO ECO

Semiólogo y escritor italiano. Se doctoró en Filosofía en la Universidad de Turín, con L. Pareyson. Su tesis versó sobre El problema estético en Santo Tomás (1956), y su interés por la filosofía tomista y la cultura medieval se hace más o menos presente en toda su obra, hasta emerger de manera explícita en su novela El nombre de la rosa (1980). Desde 1971 ejerce su labor docente en la Universidad de Bolonia, donde ostenta la cátedra de Semiótica.

Se pueden definir dos presupuestos clave en la amplia producción del autor: en primer lugar, el convencimiento de que todo concepto filosófico, toda expresión artística y toda manifestación cultural, de cualquier tipo que sean, deben situarse en su ámbito histórico; y en segundo lugar, la necesidad de un método de análisis único, basado en la teoría semiótica, que permita interpretar cualquier fenómeno cultural como un acto de comunicación regido por códigos y, por lo tanto, al margen de cualquier interpretación idealista o metafísica.
Teniendo en cuenta este planteamiento, se puede comprender el porqué de la variedad de los aspectos analizados por Umberto Eco, que abarcan desde la producción artística de vanguardia, como en Obra abierta (1962), hasta la cultura de masas, como en Apocalípticos e integrados (1964) o en El superhombre de masas (1976).

A la sistematización de la teoría semiótica dedicó, sobre todo, el Tratado de semiótica general (1975), publicado casi al mismo tiempo en Estados Unidos con el título de A Theory of Semiotics, obra en la que el autor elabora una teoría de los códigos y una tipología de los modos de producción sígnica.

Durante los años del auge del estructuralismo, Eco escribió, enfrentándose a una concepción ontológica de la estructura de los fenómenos naturales y culturales, La estructura ausente (1968), que alcanza su óptima continuación en Lector in fabula (1979). En esta última obra, efectivamente, se afirma que la comprensión y el análisis de un texto dependen de la cooperación interpretativa entre el autor y el lector, y no de la preparación y de la determinación de unas estructuras subyacentes, fijadas de una vez por todas.


Algunos conceptos básicos del Tratado, en cambio, fueron estudiados nuevamente, discutidos y, en ocasiones, modificados por el propio autor en una serie de artículos escritos para la Enciclopedia Einaudi y recogidos después en Semiótica y filosofía del lenguaje (1984). El concepto de signo, especialmente, abandonando el modelo propio "de diccionario" por un modelo "de enciclopedia", ya no aparece como el resultado de una equivalencia fija, establecida por el código, entre expresión y contenido, sino fruto de la inferencia, es decir, de la dinámica de las semiosis.

No comments: